dilluns, 1 de juny del 2009

Cómo perder la cabeza en un día.

No era la primera vez que me pasaba algo parecido. Pero esta vez, había algo diferente, ya nos habiámos visto antes, y desde entonces no pude dejar de pensar en él. Un pato, un termómetro y una flor. Nada más. Sus alagos y mis sinceras opiniones. El hermoso principio de algo. Quizá fue un error hablarle como si fuera yo misma, quizá fue un error seguirle el juego. En un ataque egoistamente egoista, el agua se hizo hielo, y el hielo en mi boca, agua de nuevo. Con un millar de partituras sobre las calientes manos de una enferma. En un videoclub cutre, a medianoche. Un sin sentido de palabras enredadas de tal forma que lo único que pude sacar en claro de ellas fue un: "Creía que era un tipo de queso"
Queridos lectores, intrépidos vagabundos en la ciudad de LoveValley, esto no es más que otra fábula romántica en la era de Facebook y Youtube, en un tiempo en el que los corazones rotos tienen nick y avatar y se encuentran en las etéreas lejanías de la estratosfera digital.