dimecres, 1 d’octubre del 2008

Aquella primera vez.

Él estaba en la puerta, de pie, con unos amigos fumándose un pitillo. Yo estaba en frente, sentada y sola, intentando no respirar el asqueroso humo del cigarro. Sólo le miré de reojo, ya estaba acostumbrada a parecer indiferente ante lo que me volvía loca. Llevaba una camiseta azúl marino, su pelo castaño y despeinado le daba un aire despreocupado y su mirada parecía firme y decidida. Ahí pensé que ya no podría hacer nada para luchar contra ese sentimiento de atracción.