dimecres, 1 d’octubre del 2008

Capítulo primero: La chica de ojos verdes.



Era todo como un sueño de esos de los que cuesta horrores despertar. La niebla no me dejaba ver nada, y la humedad se calaba hasta en los huesos. Oía música en la lejanía y se combinaba armoniosamente con los sonidos del bosque. Iba a ciegas, palpando los árboles, tropezando con las raices, golpeándome con las ramas. Hasta que sin darme cuenta, y sigo sin saber cómo, caí y mi mente empezó a volar lejos de allí.




Cuando abrí los ojos de nuevo, seguía en el mismo sitio, al lado de esa dichosa piedra que me había hecho caer, seguía oyendo música en la lejanía, y la luna era todo lo que me iluminaba. Pero algo había cambiado, ya no tenía miedo, decidí que no tenía por qué correr. Ni siquiera me levanté del suelo, me gustaba estar ahí tirada, en la soledad de la noche, con el paraguas inservible que había cogido antes de salir de casa, abierto junto a mí.


Noté que algo se movía a mi lado, unas finas ramas de un verde esmeralda casi ficticio se enredaban rápidamente en mis brazos y en mis piernas. Sin que pudiera hacer nada me vi envuelta en esos biscosos hierbajos. Me costaba hasta respirar, ya que estaba completamente debajo de aquellos malditos vegetales. Noté que algo en el ambiente cambiaba, debía de ser la música al dejar de sonar, ya que los ruidos de la noche asustaban más ahora.


Lentamente las ramas se fueron apartando de mi cuerpo y de pronto me sentí muy extraña. Una vez pude ponerme en pie, corrí todo lo deprisa que pude hasta llegar a la casita del guarda, y una vez allí llamé a la puerta sin ningún resultado. Menos mal que la puerta no estaba cerrada y pude entrar, con la conciencia no tan tranquila...


Bebí algo de agua y respiré hondo, ya había pasado todo, ¡y allí había cobertura!, pude llamar a Elvira para que viniera a buscarme y me llevara a casa.